La
telenovela electoral mexicana
Luis
Hernández Navarro
La trama
de la telenovela electoral mexicana ha dado un vuelco en las últimas tres
semanas. En el último capítulo de la serie, la nave tricolor y su piloto
hacen agua. Enrique Peña Nieto, el joven galán que prometía renovar el país, ha
resultado ser un macho irresponsable que procreó hijos fuera del matrimonio y
atormentó a su primera esposa con sus infidelidades. Si así se porta con sus
seres cercanos –dicen los mensajes transmitidos por las redes sociales–, ¿qué
no le hará al país?
Resulta
además que el transporte en que Peña Nieto viaja camino a Los Pinos, el Partido
Revolucionario Institucional (PRI), no es el eficaz y moderno vehículo que
presumía ser, sino la misma carcacha de siempre, la que condujo al país al
desastre en el que se encuentra. El golpeteo sobre la nave tricolor ha sido
despiadado y la fantasía de su reinvención se ha ido desvaneciendo conforme
avanzan los días, tanto así que la ilusión de que la gasolina del voto duro le
alcance para llegar como puntero a julio se ha ido desvaneciendo.
El que
encuentre el nuevo PRI, que lo devuelva. Cinco años construyendo una imagen
novedosa, rejuvenecida del partido han comenzado a irse por la borda. Y eso que
las campañas electorales no comienzan aún oficialmente. No deja de ser
significativo que, a pesar de todo el dinero invertido, ningún intelectual de
peso haya expresado simpatía por Peña Nieto.
La nueva
estrella de la telenovela es Josefina Vázquez Mota, que triunfó en las
elecciones internas del Partido Acción Nacional (PAN) presentándose como la
abanderada del cambio sin ruptura, como la candidata de los ciudadanos que, sin
romper con Felipe Calderón, pero sin plegarse incondicionalmente a él, quiere
un nuevo rumbo para la nación, al tiempo que impide el regreso del PRI a
Palacio Nacional.
En un
país de machos –dice el nuevo guión de la tragicomedia nacional– Vázquez Mota
representa la posibilidad de que una mujer sea, por primera vez en la historia,
presidente de la República. Asesorada por un equipo de personajes notables que
la han acompañado en su peregrinar por la administración pública y los puestos
de elección popular, ella encarna –según sus publicistas– la verdadera
modernidad.
Y como
los guionistas quieren que la contienda electoral sea solamente de dos, han
decidido arrumbar a Andrés Manuel López Obrador y su república amorosa, a
fuerza de encuestas, al tercer lugar de la competencia. No crece, dicen,
mientras en los medios de comunicación arrecia la campaña contra el tabasqueño.
Pero, por
más que ése sea el mensaje que se quiere enviar, Vázquez Mota no representa la
modernidad y su independencia de Calderón está en entredicho. Como documentó la
prensa nacional desde el día mismo de la elección interna, ella triunfó con el
apoyo de funcionarios federales y estatales que utilizaron recursos públicos
para inducir el voto a su favor. Utilizó los viejos métodos corruptos puestos
en práctica durante décadas por el PRI. El sello de su victoria fueron los
sobornos, las amenazas, la entrega de despensas a los votantes más pobres y el
uso del gobierno con fines facciosos.
Proveniente
de las filas del sindicalismo empresarial más conservador, Vázquez Mota es
impulsada por una importante coalición de fuerzas de ultraderecha, el Yunque
incluido. Forjado como sociedad secreta en las catacumbas para defender la
religión católica y luchar contra las fuerzas de Satanás, así sea mediante la
violencia e instaurar el reino de Dios en la Tierra, la bendición del Yunque
fue muy importante para la diputada con licencia.
Como
señaló en estas mismas páginas Soledad Loaeza, a lo largo de su campaña
Josefina había logrado despertar simpatía en quienes ven con buenos ojos que
una mujer gane los comicios presidenciales del próximo 1º de julio. Sin
embargo, su integrismo religioso decepcionó a quienes sin ser panistas temen el
regreso del PRI al poder y ven con recelo a López Obrador. Cuando el pasado 31
de enero, la aspirante pidió a los militantes de su partido que el día de las
elecciones internas fueran primero a misa y luego a votar, el desencanto
cundió. La autora de la más importante historia del PAN lo llamó el voto del
Espíritu Santo. El exhorto a ir a misa fue visto como llamado a un pasado que
se creía desaparecido y como la constatación de que el PAN no es un partido
confesional.
Pero,
además, como han señalado diversas agrupaciones feministas, la candidatura de
Vázquez Mota pone en entredicho la defensa de los derechos sexuales y
reproductivos. El PAN está en contra de que las mujeres decidan sobre su propio
cuerpo. Ninguna de las ocho iniciativas que ella propuso en la Cámara de
Diputados tiene que ver con los derechos de las mujeres.
Vázquez
Mota fue secretaria de Educación Pública. Allí construyó una estrecha alianza
con un grupo de poderosos empresarios que impulsan la privatización de la
enseñanza, promueven el abandono de la educación laica en las escuelas públicas
y quieren impulsar una ambiciosa ofensiva contra el sindicato magisterial y sus
maestros.
Ése es el
caso de Mexicanos Primero. El organismo nació por iniciativa de Alejandro
Ramírez Magaña, hijo del dueño de Organización Ramírez-Cinépolis. Egresado de
Harvard, trabajó en la Sedeso con Vázquez Mota como secretario técnico del
gabinete de Desarrollo Humano. A pesar de que Mexicanos Primero fue fundada en
2005 –curiosamente cuando Ramírez era funcionario de Sedeso–, su lanzamiento
público coincide con el momento en el que Josefina fue designada titular de
Educación. Tras la salida de Vázquez Mota de la SEP, el grupo privado empezó a
criticar a la secretaría.
Para
presentarse como opción moderna, Vázquez Mota, la heroína en ascenso en la
nueva trama de la telenovela electoral, tiene ante así el reto de ocultar el
abanico de las fuerzas reaccionarias y confesionales que la apoyan. Habrá que
ver si lo logra.
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